Para conocer Praga, la mejor forma es ir «por libre» siguiendo un itinerario, ya que resulta cómoda por la extensión de zonas peatonales. No es sólo una de las ciudades más hermosa y sugerentes que he conocido, ávida de disfrutar de su belleza, sino también una de las más armoniosas de Europa. El corazón de Praga se reparte a ambas orillas del Río Moldava. En el lado derecho, la Ciudad Nueva, la Ciudad Vieja y Josefov, el barrio judío; en la izquierda la Malá Strana y Hradcany, el barrio del Castillo.
Un cierto halo de leyenda, de cuento entrañable de hadas y duendes envuelve serpenteante a la historia de este rincón de Europa; dónde habita la leyenda, dónde moran las musas. Para mí, describirla es evocar los gratos recuerdos que guardo de ella.
La ciudad es una agradable mezcla de grandes obras de arte, tristeza y decadencia, que imprime una extraña añoranza en el momento de abandonarla; quizá de ahí, suele decirse que es como «la ciudad del regreso». Praga o Praha contiene monumentos de increíble belleza, hoy se le denomina como «una sinfonía petrificada». Cada barrio está impregnado de sus propias características, todos los estilos y todas las corrientes culturales han tenído acogida.
El poeta praguense Rilkie dijo en una de sus obras al referirse a su pequeña patria: Es suficiente con que a uno le guste escuchar para que las iglesias y los palacios de Praga cuenten las historias que saben; hablan por sí solos…» No obstante, por extraño que parezca, a Praga no le faltan detractores, y entre ellos, un autóctono, como Franz Kafka (1.833-1.924) que la odiaba y amaba a un tiempo. Esto no ha sido impedimento para que este escritor se haya convertido en un símbolo, siempre presente, para toda la juventud checa.
Praga está hecho de pequeños trozos, está toda contenida en las obras de Kafka. Fue una persona atormentada, especialmente en sus últimos años de vida. Tanto su pesimismo como sus continuos conflictos consigo mismo, se reflejan en sus obras. Quizá esta serie de problemas que el escritor arrastró durante su vida, no le dejaron apreciar la belleza de su ciudad. Sin embargo, los intelectuales de su época Jaroslav Hasek, Milan Kundera, Havel Vaclav, Hrasal no se cansaban de loar a esta ciudad, mágica, a la que él no le encontraba encanto. Fue un viajero incansable,amplió sus conocimientos durante sus recorridos por Italia, Austria, Francia y Alemania.
Durante mi estancia en Praga recorrí sus callejuela serpenteantes y adoquinadas, entre casas de hermosas fachadas. Durante estos paseos fue inevitable que recordara a Kafka, que también frecuentaba estos lugares; quizá, por cualquiera de estas esquinas se topaba con las sombras de los monstruos, feroces de puros humanos, que luego plasmaba en sus obras. En el barrio Chico, sus calles siguen con una ordenación gremial. A veces, se observa en las fachdas de las casas un curioso relieve que indica el oficio del inquilino que la habitaba. Si el grabado representa uvas: vinatero si pan, panadero, etc.
La hermosa Plaza de la Ciudad Vieja, en la que la perla es su Reloj Astronómico. Como un imán atrae a los visitantes. Pude contemplar, obnubilada, sus preciosas esferas doradas y sus figuras, movidas por resortes que, a las horas en punto se ponen en movimiento en un singular desfile.
En la calle Parizska (calle de París) cerca de la Plaza Vieja, se accede a la calle U Radnice, en el número 5, un viejo edificio situado en el límite del guetto judio, barrio Josefov, nació en el mes de Julio de 1.883 Franz Kafka. Un relieve de piedra con su rostro esculpido, lo recuerda. Allí pude admirar una pequeña exposición sobre su vida y su obra.
Este escritor fue un ser atormentado y complejo. Sobre sí mismo sentía temor a que fuera percibido de manera repulsiva, tanto en lo físico como mental. En cambio, su aspecto impresionaba a los demás, su rostro infantil, pulcro y austero; su forma de ser, tranquilo y frío, y su gran inteligencia, además de su particular sentido del humor. Su obra presenta una doble vertiente: realista y metafísica, describe al hombre moderno, inmerso en una realidad absurda, y refleja la problemática personal del autor: el conflicto familiar y las dificultades en las relaciones sentimentales. Precursor del realismo mágico. Ese mundo de sueños que Kafka describe con un realismo minucioso que, tiene el carácter trágicamente absurdo de las situaciones descritas. Su importancia es tal que, en varios idiomas se ha acuñado un adjetivo, como el español «kafkiano«. El escritor argentino Borges fue precisamente traductor, admirador y devoto de la obra de este autor.
Crucé el Puente de Carlos no sé cuantas veces, y cada vez me resultaba más hermosa e impresionante la panorámica que contemplaba. El Río Moldava y sus dieciocho puentes que lo atraviesan. Las agujas y torres que se perfilan en el horizonte, alzándose hacia el cielo. Al atardecer, aires bohemios parecen que vagan por la ciudad. Praga se ilumina en la magia de la noche que va cayendo, y aún es más bella, con el tono amarillento de las farolas sobre las viejas piedras. Callejear a estas horas era delicioso, esta imagen hizo que en mi mente la fantasía se desbocara en mil aventuras y desventuras que, probablemente, transcurrieran en estos lugares.
Ningún viajero debería abandonar esta ciudad sin conocer algo de Kafka o tomarse un café en algunos de los antiguos lugares de tertulias literarias, entre las que aún están: «Café Slavia» frente al Teatro Nacional; «Café Louvre» donde Kafka y su gran amigo Max Brod pasaron largas horas. En el salón literario «Casa del Unicornio» participó en tertulias y empezó a ser conocido en el mundo literario. En el actual Hotel Europa, antes Hotel Archiduque Esteban, en el Salón de los Espejos, hizo lectura pública del relato «La condena». Según sus biográfos, como otros grandes escritores, tenía costumbre de leer capítulos del libro en el que estaba trabajando, a su amigo íntimos.
En mi peregrinar, en busca de las huellas del escritor, otro de los lugares emblemáticos que le recuerda es el barrio del Castillo. Un descomunal conjunto de edificaciones y fortificaciones que se iniciaron en el año 880. Está considerado como una de las principales fortificaciones del mundo. Situada entre la Torre Blanca y la Torre Daliborka, una sorprendente callecita empedrada y rodeada de pintorescas casitas del siglo XVI, con fachadas de llamativos colores, llamada Zlatá Ulika o Callejón del Oro. Su nombre se deriva de los artesanos medievales que se establecieron aquí. Estas casitas encantadoras, en la actualidad albergan tiendas de souvenirs y galerias de arte. La numerada con el 22 residió Kafka en 1.916. Una placa lo recuerda. La modesta casita posee una bodega con vistas al «Foso de los Ciervos». Hay una buhardilla y dos pequeñas habitaciones. Esta vivienda se convirtió en su refugio. Recibía pocas visitas y pasaba largas horas trabajando. Aquí escribió entre otras las narraciones del libro «Un médico rural» (1.919) En la parte baja una pequeña Librería que vende sus obras en varios idiomas. Ojeando la pequeña estancia, admiré un hermoso y antiguo escritorio que me llamó la atención. Para saciar mi curiosidad pregunté a la dependienta y me informó de que era la mesa original en la que trabajaba Kafka, donada por un familiar. Aquí compré varios volúmenes en español.
En 1.913 publica su primer libro «Meditaciones», que pasó inadvertido. Entre sus obras: «Consideraciones» (1.913) «La metamorfosis» (1.915) «La sentencia» (1.916) «Carta al padre», «El proceso» (1.925) y su última obra fue «Diario 1.910-1.923». Durante la ocupación nazi, sus obras fueron prohibidas.
A lo largo de su vida, varias mujeres ocuparon su corazón pero fue Dora Diamant el gran amor que había anhelado siempre, y que le devolvió, brevemenete, la esperanza. Estuvo con él hasta el último aliento.
Desde 1.917 padecía tuberculosis, su estado se agravaría con los años. El 3 de Junio de 1.924 fallece en el Sanatorio de Kierling, cerca de Viena. Días más tarde fue enterrado en Praga, en el Cementerio judío de Strasnice.
Antes de morir nombra Albacea Literario a su gran amigo Max Brod, a quién le pidió que destruyera todos sus escritos. Haciendo caso omiso a las instrucciones, en su lugar supervisó y publicó la mayor parte de los escritos que obraban en su poder. Después del fallecimiento se publica «El Castillo» que junto «El proceso» están consideradas sus obras maestras.
Cerca de la Sinagoga Española, en el año 2.003 se erigió el primer monumento a este escritor. Una estatua del escultor checo Jaroslan Róna, que nadie comprende: es bastante «kafkiana».
(*) El título. Frase que le dedicó su amigo y escritor checo Johannes Urzidil.