Jugar con la arena ya no es lo que era

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Prince of Persia es cine de aventuras puro y duro, para todos los públicos, de la misma factura que Piratas del Caribe (que se nota que son los mismos productores, vaya) aunque con menor carácter porque los protagonistas no tienen ni de lejos la misma personalidad ni dan el mismo juego que los piratillas.

No hay mucho que decir de los personajes ni nada que objetar en las interpretaciones, es todo demasiado llano, muy fácil para unos buenos actores que sólo deben preocuparse por saltar en el momento oportuno y poner cierta emoción en algunas escenas, pero ya para lucir.

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Aun así, el entretenimiento que brinda Prince of Persia como pasatiempos es fabuloso por su dinamismo, su ritmo y las titánicas secuencias desbordantes de efectos especiales, muy bien integrados en la historia, que acaban empaquetando un espléndido espectáculo visual que bien merece ser visto en una pantalla de cine y en glorioso 2D.

Criticar Prince of Persia más allá de estos términos sería un error y una pérdida de tiempo porque tampoco pretende nada más. A veces molesta que tome el público por estúpido con tanta verbalización e insistencia en lo evidente, pero tampoco vamos a morir por dejar el cerebro en stand by durante un par de horas que pasan volando.

Así que nada, batallas épicas, mares de arenoso photoshop, Jake Gyllenhaal pegando botes a lo loco, más arena, GEMMA ARTERTON, Alfred Molina en modo payasil, ración familiar de efectos especiales, unas buenas palomitas y a divertirse un rato. Eso es lo que hay, que no es mucho, pero tampoco es poco. Menos da Iron Man 2.

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