‘Invictus’, una lección histórica

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Invictus es la película, basada en hechos reales, que cuenta como el coraje de Nelson Mandela y el inquebrantable espíritu de cambio que quería implantar en la nueva Sudáfrica, llevaron al equipo nacional a ganar el Mundial de Rugby de 1995 contra todo pronóstico, haciendo que el país por primera vez se sintiera grande, importante y unido.

Realmente es una historia cautivadora de la que Clint Eastwood no le saca suficiente jugo en la vertiente emotiva, pero sí que le da una épica monumental que no hace otra cosa que fascinar al espectador que se preocupa por recordar que esto ocurrió de verdad. Lo cierto es que, esté más o menos brillante, el tito Clint nunca falla, e Invictus es otra perla cinematográfica agradecida aunque sin la trascendencia que debería tener, puesto que la película ni en apariencia llega a ser tan grande como la historia que cuenta.

De todas formas, veis que son todo pequeñas objeciones subjetivas. La propuesta visual de Clint Eastwood es impecable y pulcra como siempre, el ritmo es bueno, el guión es correcto y fácil…a mi si me ponen una decena así cada año me doy por satisfecho, viendo el nivel habitual.

Lo que sí es de antología en Invictus es la transformación de Morgan Freeman a Nelson Mandela, pues su recreación del personaje trasciende los límites de la interpretación. En el gesto, el andar, la cara, el físico, la voz (es recomendable la versión original)…en todo se vuelve Mandela, bordando un papel que, a falta de ver a Jeff Bridges en Crazy Heart, lo convierte en mi favorito para el Oscar.

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De hecho, el film decae cuando Morgan Freeman resta su cuota de pantalla en favor del rugby o cuando es Matt Damon el que tiene que cargar la película a sus espaldas. Damon no parece que acabe de sentirse a gusto con su papel, y aunque cumple razonablemente bien, en la comparación con Freeman sale perdiendo por paliza.

Sea como sea, Invictus vale la pena. Vale la pena el mensaje que transmite, por ver más de cerca la persona que es Nelson Mandela y, sobretodo, porque es una historial real (¡real!) sobre la esperanza, la voluntad, el coraje y el factor humano que llevaron a resucitar a un país a través del deporte.

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