Más que de caldo la ración es de gasolina, pero el caso es el mismo: Fast & Furious 5 (Fast Five) no es ni más ni menos que las anteriores entregas de esta franquicia que desde la primera entrega ha renunciado a sumar alicientes, pero que sin embargo sigue atrayendo a un público fiel a las salas. Almenos se han dejado de coletillas en plan Fast & Furious: Pillando la velocidad de la luz en primera y vamos a lo que vamos: Vin Diesel y Paul Walker tienen que dar un último golpe (otro más) para dejar la vida de fugitivos y ser libres, y para ello robarán coches pepinazo y se enfrentarán al malo más malo con la mano derecha y al agente federal más chungo del planeta con la izquierda.
Y la cuestión es que necesita poco más. Hay que decir que la recuperación de Dominic Toretto (Vin Diesel) para la causa en la anterior entrega fue como agua de mayo y propició que nada más estrenarse ya se firmaran una quinta y sexta entregas. No es un gran actor, pero es la estrella y con él Fast & Furious sube revoluciones y gana el punto de carisma necesario para que estas películas no salten directamente al DVD.
Las novedades de Fast & Furious 5 son que la acción se traslada a Río de Janeiro y aparecen dos nuevos personajes, digamos protagonistas. Se trata de Dwayne Johnson (El Rey Escorpión), con sus bíceps de palmo y medio y conduciendo un tanque, y Elsa Pataky, de la que uno no puede evitar reírse cada vez que frunce el ceño en plan motherfucker. A parte de esto nada, lo mismo, coches a toda pastilla, nalgas moviéndose a cámara lenta, hostias como panes y tíos más duros que dar las campanadas con los huevos. Hay un intento de convertir el corro de pandilleros sobre ruedas en una especie de Ocean’s Eleven que no acaba de ser afortunado porque la película coge un ritmo más lento del habitual y, esta vez, las dos horas de duración es estirar demasiado el metraje.
A pesar del guión resbaladizo y de la apatía general que arrastra la saga, Fast & Furious 5 es una garantía de entretenimiento y la enésima demostración de que a pesar de los años y las secuelas, la combinación de gasolina, velocidad, músculos y chicas explosivas es una fórmula de éxito que nada tiene que envidiar a la de la Coca-Cola, y en menos que un taxista toca el claxon ya tendremos Fast Six en nuestros cines.
Aquí vemos a la Pataky y su mirada de la cual me declaro fan absoluto. Está a medio camino de Leo Di Caprio enfurruñado y Zoolander, no digáis.