Un Oscar a la mejor película de habla no inglesa a mí personalmente siempre me hace dudar de dicha película, a no ser que la haya visto ya y haya forjado una opinión previa, porque suele indicar dos cosas: la primera es una fuerte dosis de buenos sentimientos y grandes valores (amor eterno, unidad familiar, bondad, esperanza, etc.) y, la segunda, un final de corte positivo. Casualidad o no, En un mundo mejor se ciñe a ambas cosas como un perro en celo se agarra a una pierna y prueba de ello son sendos galardones en los Globos de Oro y en los Oscars de este año.
Aquel que tenga alergia a los finales con moraleja que ni se le ocurra ver esta última película de Susanne Bier, una mujer con bastante querencia por un tipo de historias asentadas en el drama social, los amores difíciles o la descomposición familiar que siempre son superados por el amor y el gran corazón que en el fondo tiene el ser humano, según la directora danesa.
Aunque En un mundo mejor emane ese tufillo de arco iris humanista, también es verdad que la construcción narrativa de la película es de un excelente corte clásico y se sustenta en dos personajes de valores fijos (el médico Anton y el chaval violento, Christian) para contar una historia en el que el mundo que rodea a ambos vive en una oscilación continua entre el caos y la paz que sacudirá a ambos y hará que se tambaleen sus ideales.
Lo mejor de la película es la complejidad de los interrogantes que abre y el amplio espectro de sensibilidades que se exponen durante la presentación de los problemas, abordados sin ningún filtro atenuante que pudiera difuminar la intensidad del filme. Lamentablemente, esta honestidad basada en la continencia emocional que abunda durante buena parte de la película no se mantiene en el capítulo resolutivo de esto hasta el punto que En un mundo mejor cae en la trampa del melodrama moralizador (esto sí, con interpretaciones muy sólidas que almenos lo hacen creíble) que ni siquiera se molesta en disimular su condición.
Si una película está formada por lo que cuenta y cómo lo cuenta, En un mundo mejor tiene la balanza equilibrada, así que tiene que ser el espectador quien decida si quiere disfrutar de una historia muy bien contada o si prefiere acudir al refranero español y quedarse con el de «amanece, que no es poco» que tan bien resume la película.