El citomegalovirus (CMV), una infección congénita que afecta aproximadamente al 1% de las mujeres embarazadas, continúa siendo una gran desconocida en el ámbito de la salud materno-infantil. Según el ginecólogo Santiago Novoa, de Policlínica Gipuzkoa, de aquellas mujeres que sufren una infección primaria, una de cada tres puede transmitir el virus al feto. Esta situación destaca la importancia de la concienciación y prevención en torno a esta infección.
El CMV es el virus más comúnmente transmitido de madres a fetos y se considera la principal causa prevenible de pérdida auditiva congénita. Se estima que entre el 20 y el 25% de los casos de sordera congénita son atribuibles al CMV, una cifra preocupante dado que muchas mujeres embarazadas no son conscientes de la existencia del virus ni de las medidas para evitarlo.
Este virus, perteneciente a la familia de los herpesvirus, es prevalente en la población general, ya que muchas personas lo adquieren sin presentar síntomas. Sin embargo, el riesgo para el bebé aumenta drásticamente si la madre se infecta por primera vez durante el primer trimestre del embarazo. «Entre los bebés infectados, uno de cada cinco desarrollará problemas de salud a corto o largo plazo», advierte Novoa.
El CMV se propaga a través del contacto directo con fluidos corporales, lo que lo convierte en un riesgo en entornos con niños pequeños, como guarderías. «Las embarazadas que tienen otros hijos o que trabajan en estos entornos deben extremar precauciones», recalca el especialista. La mayoría de los adultos que contraen el virus presentan síntomas leves, lo que puede hacer que muchas mujeres embarazadas no se den cuenta de que están infectadas, aumentando así el riesgo para el feto si la infección no se identifica a tiempo.
Las consecuencias para los recién nacidos pueden ser severas e incluir pérdidas auditivas neurosensoriales, problemas de visión, retrasos en el desarrollo y dificultades de aprendizaje, e incluso, en casos extremos, la muerte. «Lo más alarmante es que muchos bebés que parecen sanos al nacer pueden desarrollar pérdida auditiva meses o años después», enfatiza Novoa.
A pesar de la falta de un cribado sistemático para la detección del CMV en embarazadas, hay un creciente interés en la investigación que sugiere que un tratamiento precoz en mujeres infectadas puede reducir la transmisión al feto y minimizar las complicaciones. El diagnóstico se lleva a cabo mediante análisis de sangre, y si se confirma la infección, se pueden realizar pruebas adicionales para evaluar posibles daños en el feto. En situaciones necesarias, se puede administrar tratamiento antiviral para disminuir riesgos de secuelas en el bebé.
Dado que actualmente no existe una vacuna y el cribado no es universal, la prevención se convierte en un pilar fundamental. Novoa recomienda seguir pautas básicas de higiene para evitar el contagio, especialmente para las mujeres embarazadas o que planean estarlo. Las medidas incluyen no compartir utensilios con niños pequeños, evitar besos cerca de la boca de los menores, lavarse las manos con frecuencia, desinfectar superficies y objetos, así como cuidar la higiene en las relaciones íntimas.
«Una buena higiene puede marcar la diferencia», concluye el ginecólogo, instando a las mujeres a consultar con su especialista si están embarazadas o planeando un embarazo, especialmente si están en contacto frecuente con niños pequeños.