En cada año bisiesto se añade un día adicional al mes de febrero, convirtiendo el mes en 29 días en lugar de los habituales 28. Esto se hace para compensar la diferencia entre el calendario astronómico y el calendario civil. En general, un año bisiesto tiene 366 días en lugar de los 365 días de un año no bisiesto.
La necesidad de incorporar días bisiestos surgió porque la duración real de un año solar es de aproximadamente 365.2425 días, o casi 365 días y 6 horas. Si no existiera el día extra cada 4 años, el calendario civil se desviaría rápidamente del ciclo de las estaciones, lo que afectaría diversas actividades humanas y organizaciones como los calendarios escolares, los sistemas de transporte y las festividades religiosas.
El año bisiesto se basa en el calendario gregoriano, que es el sistema más utilizado internacionalmente. Según este calendario, un año se considera bisiesto si es divisible por 4, excepto en los casos en que el año sea divisible por 100 pero no por 400. Por ejemplo, el año 2000 fue bisiesto porque era divisible por 4, 100 y 400, mientras que el año 1900 no lo fue porque era divisible por 4 y 100, pero no por 400.
El día adicional del 29 de febrero se considera tradicionalmente como el día en el que las mujeres pueden proponer matrimonio a los hombres, una costumbre que se remonta a la época del rey Eduardo V de Inglaterra en el siglo V. Aunque esta tradición puede no ser tan común en la actualidad, el día bisiesto sigue siendo una curiosidad en muchos países, y hay quienes esperan con entusiasmo el cambio en el calendario cada cuatro años.
En resumen, un año bisiesto tiene 366 días, con el mes de febrero extendido a 29 días en lugar de 28. Esta adición ayuda a corregir la diferencia entre el calendario civil y el astronómico, permitiendo que el ciclo de las estaciones esté sincronizado correctamente.
