Los hermanos Coen están en un momento dulce y su última película, Un Tipo Serio, no hace más que confirmarlo. Un Tipo Serio es el regreso de los Coen a la comedia negra (como Fargo, por compararla con algo), aunque desde una perspectiva más personal e introspectiva.
En la película, sin ser autobiográfica, hacen una especie de revisión de su infancia, ya que se criaron en una comunidad judía en dónde el peso de la religión tenía una gran importancia dentro de la vida de la gente. Es especialmente divertida la sátira que hacen de la sabiduría de los rabinos, aparentemente muy ilustrativa pero en el fondo muy volátil y sujeta al libre albedrío.
El protagonista del film es Larry Gopnik, un tipo normal y honrado por definición, que ve como su mundo empieza a derrumbarse, empezando por su vida matrimonial, siguiendo por la familiar y también en el ámbito profesional. Al ver como este engranaje mecánico en que se había convertido su vida va cayendo poco a poco, intenta encontrar un camino a seguir en la sabiduría judía que siempre le ha guiado.
Lo mágico de Un Tipo Serio, pero, es que el protagonista no es tal. Él no se mueve, es su entorno. Gopnik es un mero espectador incrédulo que ve que las cosas cambian de forma irremediable y que el no puede hacer nada. Y no hace nada. Acertadamente, además, los Coen aliñan la historia con un componente absurdo y un sentido del humor ácido que tira a matar; que aislan todavía más a Larry de su vida.
Lo bueno, también, es que el espectador se siente igual con la película. Es rara. Es muy difícil, por no decir imposible, adentrarse en la historia porque es tan absurda, incoerente y dispar como la vida del protagonista; hecho que nos acerca más a él todavía. El componente sorpresa es total porque la película es desconcertante y se hace imposible predecir por dónde irán los tiros.
Creo que con Un Tipo Serio los Coen han hecho una película enorme, que no tendrá el impacto de otras por su condición más personal, pero que merece ser vista una y dos veces y tres veces.