‘The Artist’, la esencia de la existencia

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En su ensayo “¿Qué es el cine?” André Bazin intentaba definir las claves del cine como lenguaje, sosteniendo su andamiaje teórico sobre el prejuicio de que, en el cine, la realidad es la única verdad o, en palabras suyas, “la existencia es la única esencia”. Ni acertado al cien por cien ni desencaminado del todo, el crítico francés teorizaba sobre un arte por entonces (mediados del siglo XX) extraordinariamente joven y codificado prácticamente del todo, pero que todavía no había tenido el tiempo suficiente para sedimentar.

Lo que seguramente le faltó siempre a Bazin para completar sus estudios fue la perspectiva del tiempo y comprobar que, entre otras muchas cosas, el cine es el menos elitista de todos los artes. Esta cualidad de ser accesible por todo el mundo ha generado un apego masivo histórico y continuado durante el paso de las generaciones que hace que el cine sea un arte con muchísima memoria, con tendencia a mirar hacia atrás, a venerar a sus ancestros y también a imitarse.

Cuando hay una crisis o un cambio (la irrupción del sonido, la técnica del color, la televisión, el vídeo, Internet…), el cine siempre busca respuestas en los orígenes, en lo que se denominaba “cine puro”, y añora cómo se hacían antes las cosas cuando todo era rodar, emocionar y ganar dinero.

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Por esto, en un tiempo en que parece que todo sea ruido, movimiento y prisas, The Artist es un oasis de pureza que seduce con su silencio y con su declaración de amor al cine a través de un sencillo ejercicio de memoria histórica. Michel Hazanavicius reproduce muy bien los cánones estéticos del cine clásico, acentuados a las mil maravillas por el excelente trabajo de los actores con el gesto, y los mezcla cuidadosamente con pasajes metalingüísticos y anacronismos modernos.

El resultado es una pieza de orfebrería que engloba el cine como lenguaje, como industria y como fenómeno. Es cierto que se sustenta sobre un conocimiento generalista, pero el atractivo de The Artist es que no es una película culta, sino una película entretenida,  estratégicamente entrañable y atractiva porque estimula los recuerdos y porque habla a todo el público por igual.

No sé qué diría André Bazin sobre The Artist, pero yo creo que es esencia pura que sólo puede entenderse gracias a la existencia de una tradición cinematográfica con un recorrido más rápido que largo. La realidad que hay en este film no refleja la vida sino el propio cine. Es ficción sobre ficción que escenifica una realidad nostálgica, pero sobre todo es  una mano tendida del cine actual a su pasado, una deuda pagada, un cálido homenaje y un cariñoso abrazo.

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