A veces todos acusamos al cine actual, sobretodo el que viene desde Hollywood, de la poca originalidad en las propuestas que se acaban convirtiendo en películas de consumo rápido y olvido inmediato. No podemos acusar de lo mismo a Andrew Niccol, un director con sólo cuatro películas a sus espaldas que se caracteriza justamente por desmarcarse con muy buenas premisas y por madurar sus trabajos en todos los aspectos, ya que suele ejercer como guionista y productor además de ocuparse de la dirección.
Por otro lado, lo que también es cierto es que la filmografía de Andrew Niccol, a pesar de ser más que interesante, resulta decepcionante por una evidente falta de solidez en el desarrollo de las historias. El Señor de la Guerra se ve perjudicada por el tono cómico incomprensible que envuelve el personaje protagonista y Simone da la sensación que era una idea más adecuada por un corto que para un largo que cae en el absurdo; de modo que nos queda Gattaca como única gran película de “factura Niccol” si no contamos la irrefutable obra maestra que es El Show de Truman, que escribió y produjo, pero cedió la dirección a Peter Weir.
In Time es otra de estas oportunidades perdidas de obra maestra de Andrew Niccol, mucho más interesante por lo que podría haber sido por lo que es: un film herido de muerte en el momento que se convierte en una película de acción palomitera que firmaría el propio Michael Bay. La película nos dibuja un mundo en el que el tiempo es la nueva moneda de cambio. A los 25 años se activa un reloj biológico en una cuenta atrás y la única forma de seguir vivo es trabajar, robar y ahorrar para ganar tiempo. En definitiva, convierte en literal la expresión de “el tiempo es oro” y abre un universo de posibilidades para analizar la naturaleza cruel del capitalismo con la distancia suficiente como para no caer en la crítica superficial. Sin embargo, hay un vacío ideológico suplido por una suerte de adaptación de Robin Hood.
También se desaprovecha la oportunidad de utilizar el cronómetro como punto de interés dramático constante en lugar de relegarlo a elemento accesorio al poco tiempo de empezar; pero sobretodo es una pena que Niccol no se haya atrevido a sumergirse en las secuelas psicológicas de lo que significa dejar de envejecer, en cómo de perturbador puede llegar a ser, por ejemplo, que tu madre, tu esposa y tu hija tengan la misma edad; o en la diferencia demencial que existe
Por esto es más fácil fantasear con lo que podría haber sido In Time si veinte años atrás hubiera caído en manos de David Cronenberg o de Frank Darabont que disfrutar de una película de acción solvente y entretenida, fascinante por algunas ideas y detalles, pero muy mermada por la grave falta de ambición artística.