Con la cinta blanca Michael Haneke alcanza su madurez artística hasta unos límites difíciles de determinar. Su nueva película seguramente es su obra más precisa y elaborada de todas, medida al mílimetro en cada segundo de metraje.
Lo primero que uno puede decir de la cinta blanca es que es un film incómodo, difícil de tragar; muy de Haneke, vaia. La película es larga y lenta. Como es habitual en el realizador alemán, construye la historia con planos secuencia eternos y austeros, pero con mucha carga.
La fotografía en blanco y negro, la mirada gélida de la cámara y la potente carga emocional de cada plano muestran al Haneke más riguroso y virtuoso, fiel a su estilo, pero con más mano de artesano que nunca.
El ambiente opresivo y tenso es una constante, y tiene la capacidad de crear escenas durísimas sin acabar de tensar la cuerda y desembocar en el caos absoluto de la violencia y la oscuridad del ser humano.
En la cinta blanca Haneke se contiene, muchísimo. La historia que se trae entre manos así lo pide, de hecho, y la construcción artística del film va acorde con lo que cuenta.
Los hechos nos remiten a un pequeño pueblo alemán, a las puertas de la Primera Guerra Mundial. A pesar de la tranquilidad del lugar, se van sucediendo una serie de crímenes y crueldades, cada uno más desmedido y atroz que el anterior.
La atmosfera enrarecida del pueblo va tomando forma a través de sus habitantes. Vemos como todos esconden una faceta demoníaca detrás de una fachada de educación y modales, y de esto se contagian los niños.
La cinta blanca dibuja el camino de la educación a través del castigo y la opresión. Estos niños son los que algún día crecerán y canalizarán toda su ira contenida con el nazismo. Así han sido enseñados y con esto han convivido toda su vida con total naturalidad.
Haneke oculta la monstruosidad evidente mediante los habitantes del pueblo que no quieren reconocer la gravedad de los hechos ocurridos y no quieren asumir su responsabilidad. De ahí la madurez nombrada al principio, por primera vez Haneke aguanta todo un film sin estallar y filmar violencia cruda y explícita.
La cinta blanca merece ser catalogada de archivo histórico. No me atrevo a recomendarla porque cuesta de ver y cuesta de digerir, es un cine completamente visceral e imposible de disfrutar.
Lo que está claro, pero, es que es una verdadera obra maestra y la cima en la carrera artística del realizador europeo más importante de los últimos 20 años.