En la provincia de Salta, Argentina, las comunidades indígenas de Santa Victoria Este están atravesando una grave crisis hídrica que se agrava por las adversas condiciones climáticas propias de la región. Esta zona árida, que se extiende sobre 400.000 hectáreas, presenta un alarmante déficit de acceso a agua potable, especialmente en momentos de sequía, cuando se ve comprometida la vegetación del suelo y la disponibilidad de agua para el consumo humano.
Muchas comunidades enfrentan la problemática de que el agua subterránea en algunos sectores presenta altos niveles de sal, lo que la convierte en un recurso inseguro tanto para beber como para el cuidado del ganado. La dispersión de los asentamientos y las tradiciones nómadas han dificultado el desarrollo de infraestructuras convencionales para el manejo del agua. Tatiana Pereira, presidenta de la Cooperativa Indígena Chowhay, comenta que la situación es crítica: “En época de sequía, se vuelve muy escasa el agua”.
Las comunidades han encontrado alternativas para el acceso al agua, como la recolección de agua de lagunas o mediante la recepción de agua a través de camiones cisterna municipales. Sin embargo, ambas opciones presentan sus propios obstáculos. Las fuentes naturales de agua suelen no ser aptas para el consumo, y el suministro en camiones a veces no llega a los sectores más alejados, sobre todo en las extremas condiciones de calor, donde las temperaturas pueden superar los 50 ºC.
Recentemente, tras una sentencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, se han comenzado a llevar a cabo consultas entre las autoridades locales y las comunidades indígenas para abordar esta crisis. «Hace como 40 años que le reclamamos al Estado nacional que reconozca nuestros derechos y nuestro territorio… [el acceso al agua] ha sido un tema muy preocupante, de muchos años», dice Ramón Pérez, representante de la asociación Lhaka Honhat.
En colaboración con el Ministerio de Obras Públicas de Argentina y organizaciones locales, la Oficina de las Naciones Unidas de Servicios para Proyectos (UNOPS) está implementando un proyecto que incluye la construcción de 75 sistemas de recolección y almacenamiento de agua de lluvia, beneficiando a más de 350 personas en 12 comunidades indígenas. Cada cisterna tiene una capacidad de almacenamiento de hasta 16.000 litros, lo suficiente para satisfacer las necesidades básicas de una familia durante seis meses, lo que sin duda aumenta la resiliencia de las comunidades frente a la sequía.
Este proyecto no solo se trata del acceso al agua, sino que también pone un fuerte énfasis en la participación activa de las comunidades. Cristina Pérez, presidenta de la asociación indígena Lhaka Honhat, destaca que se ha permitido que cada comunidad decida dónde instalar cada obra, fomentando así un sentimiento de pertenencia y tranquilidad. Además, las capacitaciones se han adaptado a las tradiciones locales, y se ha promovido la inclusión mediante el uso de intérpretes de idiomas como el wichí y el toba.
Por otro lado, el enfoque de género, diversidad e inclusión ha sido fundamental. Celina Moreno Cordeu, trabajadora social de UNOPS, resalta que se han implementado estrategias de inclusión, especialmente en comunidades donde la lengua materna es diferente al español, garantizando así una amplia participación en el proceso.
El proyecto también ha generado un impacto económico positivo. Alfonso Pérez, integrante de la Cooperativa Indígena Chowhay, expresa su satisfacción por los conocimientos adquiridos, mencionando que la tierra sobrante de la construcción la está utilizando para edificar su vivienda. La presidenta de la cooperativa, Tatiana Pereira, resalta la importancia del empleo local generado, especialmente para los jóvenes que a menudo deben abandonar su hogar en busca de oportunidades laborales.
A medida que las comunidades comienzan a cultivar pequeñas huertas con el agua de las cisternas, se vislumbra un futuro más prometedor. Rebeca Roldán, cacique de la comunidad indígena Pozo El Algarrobo, comenta que están planeando el uso de este recurso para el riego de tomates y morrones. Este tipo de iniciativas no solo mejoran la salud y el bienestar de las familias, sino que también contribuyen a la creación de un entorno más sostenible y resiliente ante las crecientes adversidades del cambio climático.
El proyecto de recolección de agua de lluvia no es solo una respuesta a la crisis actual, sino también un paso hacia un desarrollo sostenible y una mejor calidad de vida para estas comunidades, que han luchado durante décadas por el reconocimiento de sus derechos y recursos.
Fuente: ONU últimas noticias