«…desciendo desde el risco hasta el oleaje tranquilo, allí donde el agua no va a ninguna parte, ni viene ni se va; con la marea menguante es como si el mar hiciera una pausa, igual que yo en este momento. Siempre me ha perturbado esa nada que representa la bajamar: cuando el agua está quieta, cuando no hay suficiente profundidad para nadar bien ni demasiada corriente para que hacerlo resulte un desafío». Es un fragmento de «Un año junto al mar», novela de la periodista Joan Anderson. Me encuentro con un libro pequeño pero revelador de mensajes profundos, relatados con una prosa intimista y muy cuidada. Una escritora, cansada de su situación personal, decide poner tierra por medio y alejarse un tiempo de la rutina, con la finalidad de salvar su matrimonio, las relaciones se han estancado y no encuentra el modo de superar la crisis. Se traslada a una cabaña en Cape Cod, a orillas del mar, completamente sola. A partir de ese momento su vida irá al son de las mareas y del lento fluir de las olas. El cambio de ritmo, el sosiego y la reflexión que le sugiere la naturaleza le ayudará a analizar su vida con realismo.
Los títulos de cada capítulo hacen referencia al mar: «Marea menguante», «Aguas revueltas», «Olas de verdad», «Mares silenciosos, noches silenciosas», «Me mantengo a flote» o «Puerto de llegada».
Unas frases bien escogidas y alusivas al tema de autores como T. S. Eliot, Rudyar Kipling o Emerson introducen las nuevas experiencias de la protagonista.
El mar, a veces bravío, le hace concluir «Hay poderosos mensajes en un lugar donde la lucha es más frecuente que la paz, donde la inestabilidad reina y todo lo vivo está sujeto a cambios y tachaduras. Me siento hermanada con este ambiente pues yo también he hecho del cambio un amigo»
La novela analiza la necesidad que tiene el hombre de retazos de soledad para poder pensar, distanciarse de los problemas con serenidad y volver de nuevo a ellos, con la mente lúcida. Habla de una vuelta a la contemplación de la naturaleza, en este caso el mar, como terapia necesaria parta redescubrir los valores profundos del ser humano.
«Me siento y cojo puñados de arena dejando que se escurra entre mis dedos, viendo en ella mi futuro sin lñimites, en fuerte contraste con unos meses atrás, cuando estaba aburrida, contando las horas, contemplando un reloj de arena que medía la vida en términos de una cantidad de tiempo convencional. Yo ya no me limito a estar simplemente en el mundo, sino que voy a lo profundo y atesoro momentos».
«Un año junto al mar»
Joan Anderson
Ediciones B Argentina