Super es todo lo Kick-Ass tendría que haber sido y no fue, básicamente. ¿La diferencia? Kick-Ass es una película destinada a una distribución comercial importante que debe constituir un gancho para los pequeños, y aunque no sea para nada una película infantil, tampoco es tan bizarra como para calificarse de película exclusivamente adulta.
La esencia del tipo corriente que decide convertirse en superhéroe es la que recoge James Gunn para levantar una formidable historia sobre lo que significa ser un héroe en la vida real, aunque claro está, de una forma irreverente, loca y perturbadoramente divertida.
Super es una historia de patetismos encontrados, en la que un hombre, un adulto, pierde una de las dos cosas que le hicieron feliz en su vida: su esposa (la otra fue indicar a un policía por dónde había huido un ladrón). Ante esta pérdida, el hombre se agarra a su otro “momento feliz” como un clavo ardiendo y lo convierte su leitmotiv, creando así el antihéroe/villano/demente Crimson Bolt.
Gunn juega continuamente con los clichés de las historias de superhéroes, evidenciando lo demencial del caso en cada secuencia, todas ellas construidas como las viñetas de un cómic mal hecho y que no termina de funcionar porque lo que está ocurriendo no es un cómic, no es ficción. El personaje de Ellen Page (maravillosa como siempre) es formidable en este sentido, pues es el nexo que une esta realidad y esta ficción mezcladas en Super, y así lo evidencia cada porque es la única que entiende las barbaridades que hace como heroicidades. “En las viñetas podemos hacer lo que queramos”.
Luce brillante factura al servicio de esta evocadora historia de gente que lucha por sentirse alguien importante en la vida, con secuencias de acción brutales, violencia cruda, incursiones de animaciones con estética de cómic y una mirada final directa a los ojos de la realidad, colocan Super como una de las candidatas más serias a ser la mejor película del Festival.