La creciente preocupación por la privacidad en el espacio público se ha intensificado a medida que las tecnologías de vigilancia se vuelven más sofisticadas. A menudo, quienes abogan por la privacidad se enfrentan a la afirmación de que «no hay expectativa de privacidad en público». Sin embargo, esta noción es engañosa y no refleja la realidad legal en los Estados Unidos, donde sí existe un grado de expectativa de privacidad en lugares públicos.
A medida que las cámaras de vigilancia y los lectores automatizados de matrículas se convierten en elementos comunes en nuestras ciudades, el seguimiento de nuestros movimientos se ha convertido en una práctica alarmante. Aunque es cierto que al estar en público nuestras acciones pueden ser observadas, la tecnología moderna tiene la capacidad de rastrear nuestra ubicación y recopilar información sensible de manera continua, lo que transforma fundamentalmente nuestra privacidad.
La sentencia del Tribunal Supremo de EE. UU. en el caso Carpenter v. United States en 2018 estableció que los individuos poseen una expectativa razonable de privacidad incluso en sus movimientos públicos. La corte decidió que los datos de ubicación histórica de un teléfono móvil—específicamente, los registros acumulados durante 127 días—revelan una gama de asociaciones personales que el gobierno no debería poder acceder sin una orden judicial. Esta decisión subraya que el derecho a la privacidad se extiende más allá de lo que se puede ver directamente.
El contexto es esencial en este debate. Mientras que las interacciones ocasionales en el ámbito público no están cubiertas por la misma expectativa de privacidad que el hogar, la recopilación sistemática de datos sobre nuestras actividades diarias sí puede plantear graves preocupaciones. Estas tecnologías permiten a los gobiernos o instituciones almacenar información que detalla no solo donde has estado, sino también tus interacciones familiares, sociales y profesionales.
Con cada avance en la tecnología de vigilancia, es crucial recordar que la privacidad no es un lujo sino un derecho. La invasión sistemática de nuestros movimientos y actividades puede dar lugar a juicios erróneos sobre nuestras intenciones y acciones. Los legisladores y los tribunales aún están intentando establecer límites claros sobre estas prácticas, pero es evidente que se necesita una protección robusta para salvaguardar el derecho a la privacidad en espacios que, históricamente, no han sido objeto de un escrutinio tan intenso.
A medida que el debate sobre la vigilancia y la privacidad inunda el discurso público, es fundamental que los ciudadanos se mantengan informados y exijan la protección de sus derechos. La privacidad en el dominio público es un tema que afecta a todos, y aunque la tecnología puede presentarse como un mecanismo de control, la verdadera lucha radica en proteger nuestros derechos fundamentales frente a la erosión de la privacidad en la era digital.
Fuente: EFF.org