¿Qué es la literatura?

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Todos sabemos qué es la literatura, y nos hemos acercado muchas veces a una obra concreta de carácter literario. Pero nos costaría un gran esfuerzo encontrar una definición satisfactoria. Sin embargo, los intentos de definir “qué es la literatura” son tan antiguos como el hecho de “escribir”.

En el ensayo literario “Lecturas compulsivas”, Félix de Azúa nos muestra distintas opiniones a propósito de esta pregunta:

  1. La disputa en torno a “qué es la literatura” (1948) de J. P. Sartre, en la que el filósofo francés presenta la literatura como el lugar en donde hablan “los que no tienen voz”. Para Sartre la industria y la política, como mecanismos destructores de lenguaje, pueden ser combatidos por la literatura, la cual tiene como misión “salvar el significado”. La literatura es la tarea de un héroe y el literato un guerrero.
  2. La disputa en torno a “el grado cero de la escritura” (1953), de R. Barthes (que considera idealista a Sartre) se opone a una tarea más modesta, una tarea de laboratorio: la destrucción de las “formas burguesas de representación”. El lenguaje literario que siempre parte de una herencia lingüística recibida, debe destruir (o superar) esa herencia para acceder a una creación “libre” o “propia”. La literatura es una tarea trágica y el literato es un vanguardista.
  3. La disputa en torno a las “notas sobre literatura” (1962) de Adorno, para quien la literatura tiene como finalidad, no ya la destrucción de las formas heredadas, sino la incomunicación pura y simple. La literatura es una tarea sin significado, o cuyo significado es su ausencia, el literato es un nihilista.

A partir de 1968 se va imponiendo el punto de vista pragmático, Enzensberger y Steiner, este último por el camino de la queja: ambos constatan la absorción de la literatura en el mercado del ocio y el triunfo de la industria del espectáculo sobre la industria cultural. La literatura regresa a su función de mero pasatiempo, se convierte en una artesanía y el literato en un profesional del entretenimiento.

Y siguiendo con la controversia recojo la opinión reciente de Agustín Fernández Mallo, un autor incluido dentro del panorama de nuevos narradores, que en esta entrevista opina:

“Ningún arte maneja los tiempos y las dimensiones en bruto, puras, pero los novelistas mucho menos. Los novelistas manejamos un tiempo y unas dimensiones que no son tales, sólo son trucos y proyecciones metafóricas de aquellos otros. Hay que entender que la literatura es el arte –si se le puede llamar así- más abstracto que hay, es pura intelectualidad, una marcianada que se construye a base de signos y complejas reglas de combinación que nada tienen que ver con los sentidos”.

No obstante, considerando la literatura como un acto de comunicación, la respuesta a los interrogantes planteados habrá de venir de una reflexión sobre los tres pilares de la comunicación literaria: el emisor (autor), el mensaje (texto) y el receptor (público).

Hay que subrayar que entre los cultivadores de la estética de la recepción de la semiótica y de la ciencia empírica de la literatura, se atribuye al público receptor un papel capital en la determinación de qué textos deben ser considerados como literarios.