El poder de la palabra es uno de los más grandes, sino el mayor, que existe en esta mundo. La palabra es capaz de curar el dolor, incluso la enfermedad, pero también puede herir profundamente a otro ser humano, puede empujarlo hasta el lindero mismo de la locura o la propia muerte. La palabra, encauzada por los distintos medios que cada época a puesto en manos de los hombres, ha sido -y lo seguirá siendo- el más importante factor en la determinación del rumbo de la historia: Jesucristo, Colón, Hitler, Gandi, Martin Luther King…, cada uno de ellos -cada uno a su propia manera- a través del poder único de la palabra cambiaron el mundo de una forma total e irreversible, .
Bajo este prisma, los escritores -artesanos de la palabra- tienen una responsabilidad capital entre sus manos. Sus obras: libros, opúsculos, discursos y arengas, reportajes, columnas, novelas o poemas, simples pintadas (la imaginación al poder) pueden se amplificadas por la caja de resonancia de la sociedad y convertirse en complejos movimientos de incalculables consecuencias.
Suzette Haden Eligin, nacida Patricia Anne Suzette Wilkins, no rehuye de esta responsabilidad. Todo lo contrario, sus libros -tanto en ficción, como en no ficción- están cargados de intencionado activismo, formando una línea de defensa frente a diferentes injusticias y despropósitos de este mundo por el que nos corresponde transitar.
Suzette es una mujer vital y activa con una impresionante lista de logros a sus espalda, ha desarrollado, por ejemplo, una importante serie de técnicas de lo que ella denomina ‘El gentil arte de la auto-defensa verbal’ («The Gentle Art of Verbal Self-Defense», Dorset Press 1980) con las que ayuda a las personas más débilmente posicionadas a defenderse de la elevada violencia verbal en la que vivimos.
Dentro del mundo de la Ciencia Ficción (que es de lo que nos ocupamos en esta columna ¿no?), Suzette Haden Elgin es reconocida fundamentalmente por sus series «Coyote Jones» («Furthest». Ace Publications 1971; «At The Seventh Level». DAW Books 1972 y «Star-Anchored, Star-Angered». Doubleday, 1979), aun no disponible en nuestra lengua, y su trilogía «Native Tongue» («Native Tongue». DAW Books, 1984; «Native Tongue II: The Judas Rose». DAW Books, 1987 y «Native Tongue III: Earthsong». DAW Books, 1993) de la cual sólo se han traducido al español los dos primeros volúmenes («Lengua Materna», Ultramar Best Seller 286, 1989 y «La rosa de Judas», Ultramar Best Seller 288, 1990).
Toda la historia de «Lengua Materna» comienza con una enmienda a la constitución americana -que la autora fija en el año de 1991- por la cual las mujeres pierden en la práctica su estatus legal de ciudadanas (ver el comentario que adjunto). La historia narrada, ambientada en un futuro no realmente lejano, comienzos del siglo XXIII, nos presenta una sociedad dominada de una forma total por los hombres en la cual las mujeres han pasado a convertirse en meros objetos, animales de compañía en el mejor de los casos, apreciadas por su belleza física y valiosas tan sólo en cuanto a su capacidad para aportar capacidades genéticas destacadas a una futura generación -de hombres, por supuesto. En este posible futuro, la humanidad ha tomado contacto con diferentes especies alienígenas con las cuales comercia y negocia de forma habitual. Dentro de este entorno, las capacidades lingüísticas son de una importancia capital y una verdadera fuente de beneficios y poder para los grupos (las líneas en palabras de la autora) que mejor las dominan. Pero así como el lenguaje es la materia del monopolio de las relaciones con los extraterrestres también se convierte en el arma secreta alrededor de la cual se pueden aglutinar las mujeres en defensa de su libertad, sus derechos y su propia dignidad.
En «Lengua Materna» Haden Elgin pone en la boca de sus mujeres un lenguaje sintético, el Láadan, que instrumenta la columna vertebral de una especie de sociedad secreta. Este lenguaje obviamente ofrece una riqueza inmensa en unos aspectos, femeninos, a la vez que carece de elementos habituales, masculinos, en las lenguas «naturales». Esta naturaleza hace que el Láadan sea ininteligible, en la práctica, para los hombres, incluso aquellos con elevadas dotes lingüísticas… la mesa está servida.
Cuando leí «Lengua Materna», quedé profundamente impresionado. La obra tenía un je ne se qua que pulsaba en mi algún tipo de acorde cuyo sonido no era capaz de identificar. Hoy, unos cuantos años después (y habiendo leído «Los hombres son de Marte, las mujeres son de Venus» y «Por qué los hombres no escuchan y las mujeres no entienden los mapas») ya sé el porqué: al fin y al cabo tan sólo soy un hombre. En esta hermosa novela se desarrollan de forma magistral ciertos aspectos como las relaciones personales y los sentimientos de los individuos que, normalmente, en la CF pasan a un segundo (si acaso) plano.
Una perla muy poco conoicida dentro de la CF, pero con un contenido y una intencionalidad que no debemos ignorar. En palabras de la propia Suzette: La Ciencia Ficción es nuestro mejor y más poderoso recurso para experimentar con los cambios sociales antes de hacerlos realidad. 100% de acuerdo.