Nacionalni Park
Plitvicka Jezera –Croatia
“Hay un libro abierto siempre para todos los ojos: La Naturaleza” (Jean Jacques Rousseau). Creo que, en cada momento de la vida suelen aparecer palabras, aunque no sean nuestras, que nos sirven para reflejar las distintas situaciones en que nos encontramos. En este reciente viaje por el país croata, he tenido la dicha de visitar esta zona: el Parque Nacional de los Lagos de Plitvice. Ello ha significado ver cumplido un deseo más que, siempre, persigo en mis viajes: propiciar: un encuentro con la Madre Naturaleza. “Lo más importante para mí es la observación directa de la Naturaleza en su luminosa existencia” (August Macke).
Es mediodía, el día es espléndido y la temperatura, en esta época estival, oscila entre 20-22º. Procedente de Zadar, a unos 130 kilómetros, aproximadamente, está situado el Parque. Es uno de los lugares más encantadores y mágico de toda Croacia. Por su extensión, unos 300 kilómetros cuadrados, es el mayor entre los ocho que cuenta este país.
Desde hace tiempo, en la literatura científica, Croacia se conoce como un territorio en que los fenómenos de paisajes geomorfológicos e hidrológicos del terreno cárstico ocupan un lugar importantísimo. Sin duda alguna, los Lagos de Plitvice, son uno de tales prodigios. Intentaré reseñar algunos datos sobre este lugar mientras realizo su recorrido y cómo, la Madre Naturaleza, aún continúa realizando esta grandiosa obra y los elementos que ha escogido para realizarla.
Están situados en la parte oriental de la región montañosa de Lika. Su valor natural, científico y turístico fue advertido desde hace mucho tiempo. Ya en el año 1.929 la zona más próxima a los Lagos fue declarada Parque Nacional. Sin embargo, este acto, era sólo de carácter provisional, siendo renovado en 1.949, por lo que es el más antiguo. Unos treinta años más tarde, en 1.979, la Unesco incluye los Lagos de Plitvice en su lista de Patrimonio Natural de la Humanidad.
A lo largo de este viaje, he observado que este país posee una característica singular: continúan en vigor las antiguas leyendas que, a través de los tiempos, aún conservan su especial atractivo. Todo este conjunto pintoresco y mágico de los lagos y cataratas, como salido de un cuento de hadas, no carece de dichas leyendas de la época medieval, surgidas en los pequeños pueblos que le rodeaban. Para iniciar esta andadura, una de las muchas historias que acompañan la maravillosa y, casi, irreal aparición de los Lagos de Plitvice:
“Durante meses un bochorno sofocante ya pesaba sobre los valles y los montes. Hombres y animales, praderas y huertos anhelaban un alivio, una tenue llovizna. El río mismo de Crna Rijerka, que otrora rumoreaba alegremente, se secó. El pueblo oraba y suplicaba en balde. El cielo no quiso apiadarse. Fue entonces cuando en el valle hizo su parición la Reina negra con un cortejo brillante. El pueblo se puso a suplicar el favor, el agua, pues irían muriéndose de sed. Y la Reina se apiadó de ellos, súbitamente, con truenos y relámpagos empezó a llover a cántaros, y la lluvia abrevó a personas y animales, campos y prados. Llovía sin parar, y el agua fue creciendo hasta crearse los Lagos”.
Alrededor del edificio de la entrada al Parque, de inspiración alpina, se hallan tiendas de souvenirs, restaurantes y cafetería. Me sorprende el número de señales de prohibición que se exhiben: Nadar, pescar, encender fuego, coger plantas, dañar los arbustos, tirar basura, etc., etc. Tengo la impresión de que esta vez no podré escabullirme de la “troupe”. La Guía que nos acompaña, facilita un folleto e informa sobre la ruta a seguir hasta llegar al embarcadero en el Lago Kozjak. Nos recomienda, especialmente, que no se disgregue el grupo, ya que son cinco las rutas existentes y podríamos confundirnos, aunque están señalizadas.”No existen tierras extrañas. Es el viajero el único que es extraño” (Robert Louis Stevenson). Calculo que la ruta elegida tendría una duración, aproximada, de tres horas y media o quizá algo más.
El Parque está muy concurrido. Los primeros senderos, estrechos y en ambas direcciones, son de tierra y gravilla suelta, bordean el cañón (unos 70-80 metros de altura) y sus paredes de acantilados verticales, dificulta la dirección de ida, la derecha queda al lado del precipicio. Camino detrás de una larga fila de curiosos visitantes, mi atención está centrada en el suelo que piso, en vez de contemplar la belleza del entorno. Pienso que, es más importante terminar la ruta ilesa. Son segundos el tiempo que tardo en olvidarme de todo, y me entrego a la Madre Naturaleza que va abrazándome entre su paisaje. Es corta la distancia recorrida, lo primero que contemplo de estos casi 300 kilómetros cuadrados de naturaleza inmaculada, es la gran cascada Sastavci: 76 metros de caída libre en fina “cola de caballo” y los Lagos inferiores, entre otros, Novakovica, Ciginovac, Okrugljak y Kaluderovac. Una maravillosa bienvenida.
El mayor atractivo de este Parque son los dieciséis lagos a distintos niveles, con una superficie total de unas doscientas hectáreas. El caudal principal de las aguas lo aportan dos ríos preferentes: Bijela Rijeka (Río Blanco) y Crna Rijeka (Río Negro), que se unen en la localidad de Plitvicki Ljeskovac, convirtiéndose en uno solo: El Matica.
Estos lagos están unidos por cascadas que forman cataratas mayores y menores, y la diferencia de altitud entre el primero y el último de ellos es de 134 metros. Se ha hecho habitual la división básica denominando lagos superiores y lagos inferiores. Todo esta configuración se sitúa en el marco incomparable de los espesos bosques de haya, arce, pino y abetos. Las tres cuartas partes de esta superficie la ocupan dos lagos superiores: Proscansko jezero a 636 metros sobre el nivel del mar y 2,7 kilómetros de longitud y el Kozjak, situado a 534 metros y 3 kilómetros de largo, representan la hidrografía calcárea, y sus cascadas tobaceas, en constante proceso de crecimiento. La toba calcárea es una roca caliza porosa. Si el agua comporta una cantidad suficiente de carbonato cálcico disuelto, entonces, los musgos con ayuda de las algas y bacterias conservan este carbonato cálcico incrustándolo en su superficie y dentro de su sistema de raíces. Este sedimento blando y poroso se llama caliza, travertino o toba. Con el tiempo, cantidades ilimitadas de estas plantas minúsculas se depositan unas encima de otras y la barrera del lecho del río sigue creciendo, llegando a formarse los lagos. A diferencia de otras rocas, en las que las cascadas destruyen la capa del fondo, aquí las cataratas vuelven a crearse de nuevo. Este proceso continúa realizándose sin cesar. Mientras disfruto de este paseo la Madre Naturaleza está haciendo su fructífero trabajo.
Con el tiempo, el agua cambia su curso dejando algunas barreras secas, a la vez que, estimula el crecimiento de la toba en otros lugares. Este fenómeno causa la sensación de que los Lagos de Plitvice nunca son los mismos. “La Naturaleza sin la señal del hombre es más sublime” (Jaime Balmes).
Me adentro en la espesura del bosque, atravesada por senderos de troncos de madera que ascienden y descienden por las laderas. Los rayos del Sol penetran entre las ramas de los árboles. Descubro una gama infinita de tonalidades verdes que se reflejan en el agua, es sin duda, una belleza espectacular. Estoy sorprendida ante este gran museo a cielo abierto: “Tan bellísimos son los Lagos de Plitvice, que no hay ni pincel ni pluma que los iguales” (Iván Trnski).
Hay momentos que no sé a dónde mirar. Trato de inmortalizar estos parajes con mi cámara digital. Sé de antemano que las fotos no serán fieles a la realidad. Sin embargo, positivamente, en mis retinas quedarán guardadas como un tesoro.
Esta vez, sin intención, me doy cuenta de que me he descolgado del grupo, inconscientemente, me he extraviado en este inmenso territorio. Me preocupa el desbarajuste que puedo ocasionar al resto del grupo. He de actuar con rapidez. Decido volver sobre mis pasos tratando de hallar el sendero que conduce hacia el embarcadero mencionado. Me dejo llevar por la intuición de aquella senderista que fui. Aligero la marcha, mientras me pregunto si soy culpable del despiste o tal vez, la Guía que no nos instruyó qué hacer en tal caso. Recuerdo que en el ticke de entrada figura un teléfono, y yo poseo mi móvil. Estoy segura de que llegaré al punto de encuentro. “El entusiasmo es una de las cosas importantes en la vida” (Tennesse Williams) A pesar de todo, siento una inmensa sensación de total libertad, son instantes de felicidad.
Al fin, encuentro un panel con la imagen de un barquito. He de pasar a la orilla opuesta del lago Milanovac; atravieso sobre una pasarela de troncos situada casi a ras del agua. Siento en mis pies la fuerza de la corriente y por las salpicaduras noto que el agua no está tan fría. Haciendo un poco de equilibrio, consigo unas fotos. Llego al final y continúo la indicación de la izquierda. Por las sendas de troncos serpenteo los lagos Gavanovac y sus cascadas de Milka Trnina, llamadas así en honor a la célebre soprano croata, una placa conmemorativa la recuerda, y el Kaluderovac, desde aquí diviso en el acantilado oriental del cañón la cueva Supljara y la impresionante catarata llamada Velike (Cascada grande). A través del objetivo de la cámara digital, continúo mi arduo trabajo de captación de imágenes.
Observo el color de los lagos por los que voy pasando, son diferentes, pueden variar del grisáceo hasta los transparentes turquesas. El agua cambia de color a medida que avanza el día y de orilla a orilla. Todo depende del ángulo de la luz. Tan pronto asciendo como desciendo, o el sendero se vuelve tortuoso, abriéndose paso sobre las cascadas y sorteando los árboles. El agua no deja de tallar, segundo a segundo, este paisaje. A veces, aspiro y expiro profundamente, mientras exclamo entre dientes: ¡Dios, que grande eres!
Disfruto con los cinco sentidos, la orquesta de este vergel ofrece mil y una melodía: los sonidos que producen las corrientes de aguas, el colorido de los bosques que me rodean, el olor, inconfundible, a humedad que desprenden los likenes, sentir las gotas de agua sobre mi piel, tocar la corteza del árbol cubierta de musgo y, mis retinas, que contemplan a esta grandiosa Madre Naturaleza.”Produce una inmensa tristeza pensar que la Naturaleza habla, mientras el género humano no escucha” (Víctor Hugo)
Han transcurrido casi dos horas de caminata cuando llego al prado Kozjacka Draga, zona de esparcimiento que cuenta con servicios de cafetería y restaurante. Aquí está situado el embarcadero del Lago Kozjak. He tenido suerte. El grupo está a punto de coger el barco para atravesar el lago. Para preservar el medio ambiente que rodea el Parque, estas embarcaciones son de tracción eléctrica.
El Sol está empezando a declinar y los colores van tornándose dorados y ocres. Los mejores pinceles de este múltiple cromatismo, son sin duda, aquellos que trazan con más discreción: los árboles de las orillas. Sólo ellos son capaces de operar este milagro, nacen y mueren sin intervención humana.
La travesía es un delicioso paseo, el barco surca el agua silencioso, atento a no molestar a sus pobladores. Las cristalinas aguas, de tono azul intenso, es un espejo en el que se refleja el cielo, las nubes y el verdor de los bosques que bordean sus orillas. Es difícil distinguir donde termina uno y comienza el otro. Una inolvidable panorámica.
Desembarco en la orilla oriental. Advierto que estos senderos, pasarelas y puentes son un laberinto, además ascendentes. Decido seguir a la “troupe”, aunque rezagada. Las cataratas de toba y las cascadas nos acompañan, hasta adentrarnos en el bosque. En este paraje natural existe una gran diversidad de flora, fauna, especies forestales y plantas endémicas, que necesitaría un capítulo aparte.
Conforme se va ganando altitud, el paisaje deslumbra por su extraordinaria belleza. El bosque es el agua, el agua es el bosque. Entre las sombras de la espesura resulta difícil diferenciarlos:”El agua es el vehículo de la Naturaleza” (Leonardo da Vinci).
El cansancio empieza a ser mella. Caminamos en silencio que, sólo es interrumpido por el roce de las hojas mecidas por la brisa. Comenzamos a descender para llegar hasta la carretera de servicios del Parque. Un autobús panorámico nos lleva hasta el parking.
Ha sido un paseo inolvidable de algo más de cuatro horas y el recorrido ha sido, aproximadamente, de unos ocho kilómetros.
Uno de los primeros investigadores de este fenómeno natural, el académico Ivo Pevalek, allá por el año 1.937, dijo:” Aguas, lagos, cascadas y bosques hay en otros lugares, pero Los Lagos de Plitvice son únicos ¡Tienes que verlos!.