La Mejor Gran Fusión Mediática es No Fusión en Absoluto

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La situación del streaming se presenta cada vez más problemática. A pesar de contar con numerosos servicios de suscripción, los usuarios a menudo se encuentran en la disyuntiva de buscar cómo y dónde pueden ver una película o serie. El proceso, que comienza con una búsqueda en la web, a menudo termina en frustración al descubrir que el contenido deseado no está fácilmente disponible, ya sea porque pertenece a un estudio que ha cerrado o porque no cuenta con su propio servicio de streaming. La paradoja es que, aunque se paga por diversas plataformas, hay momentos en que es necesario adquirir una copia digital para acceder al material, una copia que no se posee realmente y que podría desaparecer en unos años.

Este ciclo se vuelve aún más complicado cuando las grandes corporaciones del entretenimiento presionan a los legisladores para que implementen leyes que aseguren ingresos constantes. Esta estrategia parece más fácil que ofrecer un producto que realmente satisfaga las necesidades de los consumidores. En las redes sociales, se ha comentado que estas compañías han olvidado que su supervivencia depende de ser «ligeramente más convenientes que la piratería».

La creciente ola de fusiones en el sector mediático no se centra en la calidad, sino en el control. A diferencia de épocas pasadas, cuando los estudios producían un programa y su éxito les permitía diversificar sus ingresos, ahora dominan un modelo que prioriza la creación de escasez. Esto se traduce en un acceso limitado a los contenidos, obligando a los usuarios a dirigirse a una única fuente: la misma corporación que controla dicho contenido. Así, la experiencia del usuario se ve restringida.

Además, las empresas han dejado de invertir en nuevas producciones exclusivas que atraigan a los suscriptores, optando en su lugar por consolidaciones y adquisiciones. La competencia se ha reducido drásticamente, lo que permite a las grandes corporaciones ejercer su poder sin necesidad de mejorar sus plataformas de streaming. En un panorama donde la mayoría del contenido pertenece a unos pocos gigantes como Disney, NBCUniversal y Warner Brothers, la necesidad de innovar simplemente desaparece.

La búsqueda de un aumento constante en el número de suscriptores ha llevado a estas compañías a poner en riesgo el concepto de propiedad de los contenidos. Anteriormente, los usuarios podían adquirir copias físicas de las obras, pero ahora prevalece el modelo de acceso mensual. Esto significa que, además de un aumento en los precios, los consumidores se enfrentan a la posibilidad de ver más anuncios o a la introducción de publicidad donde antes no existía.

A pesar de que los números de suscriptores pueden dar cierto poder a los usuarios —como se vio el caso de la reintegración de Jimmy Kimmel por parte de ABC tras un revuelo popular—, los problemas fundamentales persisten. Recientemente, la atención se ha centrado en la fusión de Warner Brothers-Discovery, que ya había estado en el punto de mira tras un acuerdo anterior. Con Netflix compitiendo también en esta arena, el panorama mediático se ha vuelto aún más complejo.

En resumen, el ambiente de las fusiones en Hollywood no está haciendo más que agravar la situación. Cualquier intento de fusión o adquisición debería ser detenido a través de una regulación antimonopolio efectiva, ya que la salud de la industria no se beneficia al permitir que unos pocos actores dominen el escenario. La promesa inicial de la era digital —la comodidad y el acceso ilimitado— se ve constantemente socavada a medida que las corporaciones actúan para evitar que se materialice. Cada fusión alejando a los consumidores de esa expectativa de acceso fácil y directo.
Fuente: EFF.org