Anatolia Central. Turquía.-
Recorrer el país turco, el único en el mundo separado en dos continentes, Europa y Asia, dos culturas milenarias y tan diferentes que, sólo el pensamiento de atravesar esa puerta siempre me pareció una meta inalcanzable. Varias veces tuve la oportunidad de hacerlo pero circunstancias adversas lo impidieron. La atracción por hacer este viaje cada vez era más fuerte; era una tentación irresistible, la curiosidad y el saber son el motor de mi espíritu viajero:”Lo pasado ha huido, lo que esperas está ausente, pero el presente es tuyo” (proverbio sufí)
El tiempo ha transcurrido y por fin mis pies caminan por estas misteriosas tierras de hombres, de colores, de olores y sabores. La época elegida ha sido ideal, principios de la Primavera, aunque por estas latitudes aún hace mucho frío y llovizna de vez en cuando. Esto embellece aún más el paisaje y resulta fascinante.
Desde que inicié este periplo en Estambul, no sé cuantos días han transcurrido hasta llegar a Konya, son muchos kilómetros recorridos y los lugares visitados muy enriquecedores:”Si te detienes cada vez que un perro ladra, nunca llegarás al final de tu camino” (proverbio árabe). Alejada de la mayor parte de los destinos turísticos habituales, el llegar hasta Konya requiere varias horas de viaje por carreteras estrechas y de numerosas curvas. Desde la ventanilla del minibús contemplo magnificas panorámicas, ya que discurren por unos lugares montañosos que me permiten disfrutar de la Naturaleza en todo su esplendor.
Situada en la meseta de Anatolia Central, Konya es una de las grandes ciudades turcas, la segunda de esta parte de la región, tras Ankara, la capital de la República. Situada en el centro, a unos 1.016 metros de altitud, se alza esta ciudad santa, reconocida por sus notables monumentos religiosos. Aquí se halla el mausoleo de Mevlana Celaleddin Rumi, uno de los más importantes poetas y pensadores de la historia del misticismo Turco-Islámico. Originario de Belh, su fallecimiento se produjo en 1.273 en esta ciudad. Su Mausoleo, hoy día es el Museo Mevlana, está considerado un lugar sagrado y de oración; cada año es visitado por más de un millón de fieles musulmanes para orar y visitar la tumba de este célebre filósofo místico, Maestro de la Hermandad Mevlevi, cuyos textos y poesías son leídos por los musulmanes de todo el mundo. Visitar este lugar supone dar un gran salto hacia atrás en el tiempo. Por estar considerada como centro del fervor místico de esta región, creo que merece ser destacada. “No hay que mirar al mundo desde un tragaluz” (proverbio sufí)
Dada la vasta historia y las diferentes culturas enraizadas en esta ciudad, me limito a dar una breve pincelada:”Libros, caminos y días dan al hombre sabiduría” (proverbio sufí)
Konya es una de las ciudades, continuamente habitada, más antigua de Turquía, según una vieja leyenda sería la primera ciudad construida después del Diluvio. De acuerdo con los estudios realizados, sus orígenes se remontan al III milenio a.C. Su extensa historia abarca conquistas, derrotas e invasiones, entre la que se puede destacar su participación en el imperio hitita. A lo largo de los tiempos ha sido llamada Konian, Konieh, Konia, Quina e Iconium por los romanos. Según se narra en los Hechos de los Apóstoles, acogió a San Pablo de Tarso y a San Bernabé. Pasado el tiempo, el Emperador Adriano la elevó al rango de colonia romana. Su máximo esplendor lo alcanzó siendo sede de los Sultanes Seljúcidas en el siglo XI. En el s. XV formó parte del Imperio Otomano.
En la época de los seljúcidas de Anatolia, en el siglo XIII se sitúa también un acontecimiento importante: la Hermandad Mevlevi, orden religiosa fundada por los turcos de Anatolia que más tarde se difundió por esta región, Siria y gran parte de Egipto. Su Gran Maestro Mevlana decía:” “Varios caminos conducen a Dios, yo he escogido el de la danza y la música”.
Me encuentro en la ciudad dónde comenzó la tradición de la orden religiosa Mevlavi que agrupa a los Derviches Giróvagos o Danzantes. En la actualidad continúa siendo su principal seña de identidad, cuya principal característica, es la formar de orar realizando una ceremonia, llamada Sema en la que la música y la danza les hace girar sobre si mismos. Este es el principal motivo de haber llegado hasta aquí: poder contemplarlos “in situ” y visitar el complejo Museo Mevlana. Descubrí su existencia a través de las lecturas sobre viajes dedicadas a este lugar tan lejano, despertándose en mí la curiosidad por conocerlo: “La paciencia es la llave de la solución” (proverbio árabe).
Hay que tener en cuenta que, por tratarse de una ciudad profundamente musulmana y conservadora hay que respetar sus ideologías y creencias. Los foráneos debemos ser prudentes y tolerantes con sus costumbres, sobre todo las mujeres vestir con decoro. Estas puntualizaciones no deben ser motivos de temor, precisamente aquí, al igual que en otros sitios, he podido comprobar que los extranjeros somos recibidos con amabilidad y cortesía.
Debido a la temprana hora de llegada para visitar el complejo Museo Mevlana, el monumento más emblemático – aún está cerrado – decido, como siempre, descolgarme del pequeño grupo de compañeros de viaje y disponer de mi tiempo libre.
Ante mí se despliega un amplio abanico de posibilidades para conocer el patrimonio histórico de Konya, uno de los mejores ejemplos de la arquitectura seljúcida. En su centro histórico se encuentran la mayor parte de los monumentos y edificios notables. Por otro lado, el fuerte contraste existente entre lo tradicional y la expansión de zonas modernas que han ido surgiendo. Este último recorrido lo excluyo de la ruta.
Decidida, dirijo mis pasos hacia el Bazar, normalmente suele ser el lugar más concurrido y dónde puedo tomar el pulso de la ciudad.Deambulo por sus angostas calles empedradas, algunos gatos se cruzan en mi camino y les ahuyento con un gutural “miau”. A esta hora apenas hay viandantes. A ambos lados de la calzada, formando una desigual hilera, me llama la atención las antiguas casas otomanas, de dos pisos de altura y sus balconadas de madera, algunas a punto de caerse con sus inquilinos en el interior. Hacia el lado Este del Bazar, elevándose hacia el cielo, destacan dos minaretes curiosamente decorados en su remate por celosías de gran belleza, su estilo es diferente a los que he visto hasta ahora. Me dirijo hacia ese punto. Es la Mezquita Aziziye, curiosa construcción que sólo puedo contemplar desde el exterior. “La verdadera mezquita es la que se alza en el fondo del alma” (proverbio árabe)
Siguiendo mi intuición continúo callejeando. El día es lindo pero el frío es intenso. Los tenderos comienzan a abrir los pequeños comercios: frutas expuestas en maltrechas cajas de plástico que colocan en la acera, las de souvenirs, sobre todo figuritas de derviches emulando la danza, venta de alfombras de segunda mano clasificadas por tamaños. La exposición no cesa. Me encanta contemplar los cestos, de fibra tejida, conteniendo los deliciosos frutos secos, normalmente amontonados en un espacio reducido, imagino que de un momento a otro caerán desparramándose calle abajo.
De vez en cuando, para seguir la ruta ojeo mi mapa, pero es difícil descifrar los nombres de las calles. Intento llegar hasta la Plaza Alaaddin, zona monumental. Paso por delante de la puerta de Sirçali Medresesi, es un pequeño museo de monumentos funerarios de los periodos seljúcida y otomano, no me parece interesante. Llego a la citada plaza semicircular, rodeada de jardines. Desde este lugar privilegiado contemplo la Mezquita Alaaddin, es la más antigua de la ciudad, construida en 1.220. Es un edificio de arquitectura árabe que incorpora elementos decorativos de otras edificaciones bizantinas y romanas. Lamentablemente no puedo visitar su interior, el factor tiempo es el motivo. Continúo rodeando el lugar hasta llegar al Museo Karatay. Esta antigua madraza, o escuela coránica, de estilo seljúcida edificada en 1.251 alberga una interesante colección de cerámicas y azulejos. Es impresionante la cúpula central y el pórtico de mármol esculpido semejante a la estalactita. Por ser lunes, está cerrada. Lamento no contemplar su interior.
Encuentro un destartalado “cafetín” y decido ocupar una desvencijada mesa de madera, al lado, un taburete en el que tomo asiento, difícilmente puedo guardar el equilibrio. Enseguida me atiende un hombre menudo, larga barba canosa oculta parte de su rostro, ojos avispados y su cabeza la cubre con un turbante. Con cortesía y amable sonrisa dice una frase en turco, que no entiendo, sin embargo, rápidamente le respondo “Elma çayi” (té de manzana). En unos minutos, el vaso humeante con un delicioso aroma está servido. Reconfortante bebida que paladeo mientras contemplo cuanto me rodea, mientras que, a la vez, yo soy la contemplada e imagino su asombro:”Una mujer en sola…”.
La ciudad antigua de Konya posee un encanto especial, aquí puede verse perfectamente como es la Turquía profunda, donde las costumbres aún continúan siendo ancestrales. La mayoría de las mujeres viste rigurosamente de negro, de cabeza a pies, sólo una parte de su rostro, los ojos, están al descubierto. También las hay que visten la chilaba y se cubren la cabeza con un pañuelo. Aunque está considerado como falta de respeto, a veces, he mirado de frente esos profundos ojos negros como azabache. Es curiosa esta observación, ya que se puede adivinar, por el fulgor de la mirada, si es una mujer joven o adulta, si está triste o denota alegría. “La fantasía es la droga de la mente” (proverbio sufí)
Consulto mi reloj. Decido regresar por la avenida principal que une la Plaza Alaadin con el Museo Mevlana. Acelero el paso, la curiosidad me invade, he esperado mucho tiempo para esta visita. “El más grande de los errores es la prisa antes del tiempo, y la lentitud ante la oportunidad” (proverbio árabe)
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Después de haber constituido durante siglos el centro por excelencia de la confraternidad, el Convento Mevleví de Konya, fue transformado en el complejo Museo de Mevlana. Está rodeado por altos muros de piedra tallada. Presto mi atención a la cúpula estriada de azulejos color turquesa que, resaltan aún más cuando se refleja el Sol. Actualmente la entrada principal se encuentra en el Oeste, llamada la puerta Dervisan. Guardo una discreta cola para adquirir el ticket.
Por la entrada del Museo se accede a un patio, a ambos lados están las estancias o celdas de los Derviches, son dieciocho, consta de una sala con ventana enrejada y un hogar. Cada una está cubierta por una cúpula de la que sobresale una chimenea de forma cuadrada. Numerosos foráneos deambulan de un lado a otro con su cámara digital disparando a diestra y siniestra. Una serie de sentimientos y sensaciones se despiertan en mi interior cuanto contemplo esta grandiosa edificación tantas veces imaginada. Detenidamente recorro el espacioso lugar.
Una preciosa fuente de abluciones en el centro datada en 1.512 y restaurada posteriormente; delante de lo que fueron las cocinas una pequeña piscina llamada Seb-i Arus. Se dice que desde hace siglos, en el aniversario de la muerte de Mevlana, los Derviches bailaban alrededor, ahora es costumbre lanzar unas monedas con la esperanza de regresar. Sin pensarlo, busco en mi bolsillo y cumplo con el rito. Me llama poderosamente la atención otra
fuente, es de agua potable llamada Sel Sebil, curiosamente la parte delantera corresponde a un sarcófago de la época romana, en el que están esculpidos pequeños recipientes para recoger el agua, en orden de 1,2,3,2,1 de arriba abajo, unidades a las que se le atribuye un significado místico.
En el frontal de la puerta de entrada al Mausoleo de Mevlana, una inscripción:”Este lugar es la tierra sagrada de los enamorados. Los que llegan aquí faltándoles algo, estarán completos”. Esta frase me hace estremecer. En el interior reina el silencio, a veces interrumpido por el murmullo de los comentarios de los guías. Un gran número de creyentes se sitúan alrededor del catafalco y musitan las oraciones. Ante tal suntuosidad, me mantengo a la expectativa. Este mausoleo conocido por el nombre de Kubbe-i Hadra tiene 25 metros de altura, el sarcófago de mármol del Maestro Mevlana se encuentra situado justo debajo de la gran cúpula turquesa, que se avista desde el exterior. Está recubierto por una gruesa tela bordada con hilos de oro, en la parte correspondiente a la cabeza, hay dos turbantes de lana verde. También se hallan otras tumbas, como es costumbre, todas cubiertas por un manto y en su lugar el símbolo del turbante, su color es variable al rango. Una de ellas es la de su hijo Sultan Veled. En las paredes y los grandes soportes que sostienen la cúpula, llamados “patas de elefante”, están recubiertas de azulejos y decoradas con dibujos en cálamo y polvo de oro mezclado en yeso. Todo es majestuoso e impresionante.
El recorrido por este complejo acoge diferentes edificios, resaltaré brevemente algunos de ellos. Una mezquita que, además de la puerta de entrada, tiene otras dos más, una que conecta con el Huzur-i pir, sala cubierta por tres cúpulas que cobijan una serie de tumbas de familiares, héroes y personalidades de la hermandad. Como dato curioso, algunas de estas tumbas han sido selladas con mortero de Khorasan, una mezcla particular que contiene clara de huevo, queso y sangre para aumentar la resistencia.
La otra puerta conecta con la Sala de la Sema, o de la Danza. Es el lugar donde los Derviches danzaban. En la parte Norte se encuentra el palco de los músicos, al Este y al Norte hay dos grandes espacios divididos en dos pisos. Delante del segundo piso estaba destinado para que las mujeres contemplaran el ritual y en el primero se reunían los hombres. En esta espaciosa estancia, rica en su ornamentación, existen vitrinas con objetos relacionados con la ceremonia.
Otros edificios anexos, considerados pequeños museos, contienen instrumentos musicales, manuscritos, prendas pertenecientes a Mevlana, una rica exposición de antiguas alfombras, impresionantes las lámparas de cristal que cuelgan de las cúpulas. Para mi, apasionada de los libros, ha sido muy importante contemplar las obras originales escritas por Mevlana, exquisitas ilustraciones de la época. Valiosos ejemplares del Corán, en ediciones de gran mérito artístico e histórico. Se destaca por su originalidad la edición más pequeña realizada del libro sagrado de los musulmanes. Por doquier, vitrinas que guardan utensilios, y un sin fin de objetos de la época seljúcida y posteriores.
En el exterior, en un hermoso jardín que rodea el lugar se halla una parte dedicada a la sección de lápidas, algunas tumbas y mausoleos. También hay accesos a otras salas que, antiguamente, eran las dependencias de los derviches, actualmente en algunas de estas estancias se ha recreado, con maniquíes vestido a la usanza, una representación de cómo era la vida que llevaban los derviches durante su noviciado.
Verdaderamente este Museo es la auténtica joya de la ciudad de Konya. Son muchas las horas necesarias para dedicárselas a la contemplación y observar detenidamente su contenido. Mi ilusión por contemplar una ceremonia de la Sema se ha visto truncada. Ha sido imposible. Aún me queda mucho camino por recorrer en Anatolia, quizá me aguarden sorpresas. “No hay sustituto para la experiencia” (proverbio árabe)
Por la belleza de las palabras que contiene, transcribo los siete famosos mensajes que Mevlana pronunció para toda la humanidad.
En la generosidad y en la solidaridad, seas similar a un río;
En el afecto y en la piedad, seas como el sol;
En velar los defectos de otros, seas como la noche;
En el enfado y en la violencia, seas como un muerto;
En la tolerancia, seas como la tierra;
En la indulgencia, seas como el mar;
Muéstrate como eres, sé como te muestras.