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Ictus, así es la rehabilitación de los afectados

Ninguna persona está a salvo de sufrir un ictus. Se trata de un accidente cardiovascular, que, aunque de manera poco frecuente, puede afectar a niños y bebés. Aunque este problema está asociado a un mal estilo de vida, el ictus también puede tener un origen genético y sistémico. Se puede considerar como una amenaza real para la salud, con una previsión negativa para las próximas décadas.

Un reciente estudio publicado por la publicación médica The Lancet cifra en un 50% el incremento del ictus en 2050, ocasionando en todo el mundo 9,7 millones de muertes anuales. En nuestro país, las cifras no son tampoco halagüeñas. Según la Sociedad Española de Neurología, sin medidas de prevención, uno de cada cuatro individuos sufrirá en algún momento de su vida un ictus, que no es sino la disminución del riego sanguíneo hacia el cerebro y la consiguiente privación de oxígeno.

Las consecuencias pueden ser devastadoras: pérdida del habla a parálisis del tronco y/o brazos y piernas, dificultad para ingerir alimentos y para controlar los esfínteres, además de  importantes disfunciones cognitivas.

El ictus, explica Sara Rodera, coordinadora de fisioterapia de ORPEA Mirasierra, es un trauma brutal para afectados y familiares y “la guerra” para los trabajadores sanitarios que ofrecen ayuda asistencial a unos y otros. Este centro está especializado en rehabilitación y recuperación de personas con patologías neurológicas y/o traumatológicas, entre las que destaca el daño cerebral adquirido (DCA), y en concreto el ictus. El centro trabaja con estos pacientes en régimen de residencia si la afectación es grande y no pueden valerse por sí mismos (o el apoyo familiar no es suficiente). En otros casos, trabaja con pacientes externos afectados también por ictus. La edad (la senescencia celular impide la regeneración de tejidos), la existencia de patologías previas y la motivación personal son factores que influyen en la recuperación.

Prepararlos para volver a casa

Con todo ello se elabora, explica la fisioterapeuta, “una valoración inicial, que se comparte con las familias, y sobre la que se diseña un plan de trabajo rehabilitador. El trabajo en este tipo de centros es holístico. El plan rehabilitador implica a profesionales de distintas ramas profesionales además de la suya, como neuropsicólogos, terapeutas ocupaciones o logopedas. Se trata “de preparar al paciente para volver a casa, pero sin dar falsas esperanzas, porque no hay nada seguro en la evolución de esta enfermedad”.

Las pautas de tratamiento se consensuan siempre con los familiares a cargo, porque las prioridades nunca son las mismas. Así, mientras que para una persona lo más importante es recuperar el habla, para otra lo es poder disfrutar de la comida sin triturar o lograr mover el brazo con el que desarrolla su trabajo o alguna habilidad.

Con estos objetivos individualizados el equipo multidisciplinar pone manos a la obra. El grueso de la actividad diaria lo conforman las sesiones de fisioterapia rehabilitadora, tres al día —mañana, mediodía y tarde—, incluidos los sábados, con una duración de 45 minutos. La más intensa es la matinal, con una reducción paulatina de la dificultad.

La recuperación de la movilidad y la autonomía se persiguen también desde la terapia ocupacional, que en ORPEA y en víctimas del  ictus consiste en reaprender a realizar cuestiones básicas como lavarse los dientes o vestirse.  Aquí entra en juego también la familia, a la que se explica cómo realizar estas dinámicas en casa cuando se la recuperación toca techo y no se mejora. En casos extremos en los que, por ejemplo, no se recupera la movilidad del tronco, se debe manejar al paciente en cuestiones tan básicas como  vestirse e ir de la cama a la silla o al cuarto de baño.

Reaprender lo perdido

Para quienes se ven menos impedidos, los talleres de memoria colectivos son una buena herramienta para la mejora cognitiva. Lo mismo que la labor del logopeda, encargado de la recuperación del habla, que puede verse afectada de dos maneras; o bien la persona sabe qué quiere decir pero la musculatura implicada no le responde, o viceversa.

En todo esto proceso participan, además, los neuropsicólogos, pendientes de la adaptación al centro, de cada avance y de los pequeños retrocesos. Es, cuenta la fisioterapeuta, “una lucha minuto a minuto, en la que nada se da por ganado, ni nada por perdido, pero que reporta para los  profesionales muchas satisfacciones”.

Sara asegura aprender cada día de los pacientes, de su esfuerzo y su capacidad de superación. También del contacto con los familiares, que califica como maravilloso. Para ellos pide más información sobre la enfermedad en el diagnóstico inicial y también sobre las ayudas a la dependencia. Es, concluye, “una tarea muy, muy dura, pero muy bonita”.

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