Cuando el Congreso reabra sus puertas, la Ley de Autorización de Defensa Nacional de 2026 (NDAA) se encaminará hacia una votación. Este proceso será crucial para conocer las prioridades del Secretario de Defensa y sus aliados en el Congreso en lo que respecta a las inversiones en tecnología militar, específicamente en inteligencia artificial (IA), donde se planea implementar una menor obligación de demostrar su efectividad y el valor del dinero que el gobierno invertirá.
Según informes, el actual proyecto de ley de política de defensa contempla la reducción de las divulgaciones de datos que ayudan al departamento a comprender los costos reales de las compras y los requisitos de prueba que establecen la viabilidad técnica de las promesas de los contratistas. Esto forma parte de un esfuerzo más amplio del Secretario de Defensa por «maximizar la letalidad» mediante la adquisición de software moderno de manera rápida y efectiva para los combatientes.
El Comité de Servicios Armados del Senado ha manifestado interés en modernizar las operaciones de adquisición y presupuestación del Pentágono, buscando mejorar la eficiencia e impulsar la innovación. El texto de la NDAA de 2026 establece que el Secretario de Defensa deberá priorizar mecanismos de adquisición alternativos para acelerar el desarrollo y producción de tecnología. Esto incluiría un «camino de adquisición de software», diseñado para optimizar el proceso de compra, permitiendo que nuevas tecnologías o actualizaciones se operativicen en un año desde el inicio del proceso.
Sin embargo, esta agilidad viene con un costo: el proyecto sugiere que la nueva tecnología “no estará sujeta” a los tradicionales mecanismos de supervisión, lo cual plantea la inquietante posibilidad de priorizar la velocidad sobre la debida diligencia. En un panorama comercial donde las empresas frecuentemente exageran o incluso engañan sobre las capacidades de sus productos, es esencial que la agencia gubernamental con el presupuesto más amplio tenga tiempo para evaluar la eficacia y la relación costo-beneficio de las nuevas tecnologías.
La rápida toma de decisiones en la adquisición de tecnología militar sin un análisis exhaustivo puede resultar en la implementación de herramientas que no cumplan con las expectativas, lo que podría comprometer tanto la efectividad de las operaciones como la confianza pública. En este contexto, el ejército y sus partidarios deberían reconsiderar la lógica detrás de cortar esquinas en la compra y despliegue de nuevas tecnologías. La postura actual del Departamento de Defensa no genera confianza en que el ejército del futuro, enfocado en la tecnología, estará equipado de manera eficaz, eficiente y transparente.
Fuente: EFF.org



