Con esta frase lapidaria se levantó el tipo que había delante mío en cuanto terminó la proyección del remake de Teniente Corrupto. Cabe matizar que es una hipérbole como la copa de un pino, pero desde luego se pasan mal las dos horas que se alarga esta infumable película.
Werner Herzog, director alemán, nunca ha sido santo de mi devoción porque es un tipo rarísimo que hace pelis rarísimas de comerse la olla. Con Teniente Corrupto y con Nicolas Cage como cabeza de filas no se podía esperar nada diferente, todo al contrario, ya que el film es una absoluta paranoia que acompaña las andanzas de un detective que se coloca hasta las cejas constantemente.
El problema, pero, es que la película falla en todas las tramas que intenta desarrollar, ya que siempre vemos a Nicolas Cage enfarlopado y cosas que le pasan, y estas cosas acaban siendo lo de menos. La relación con su novia prostituta y yonki (Eva Mendes) evoluciona a golpes, la relación con su familia yonki igual; cuando es bueno no se deja notar y cuando se convierte en un cabrón de cuidado parece el mismo de siempre.
Todo se resuelve de una forma muy fácil y la película carece del clímax que está pidiendo a gritos desde el minuto uno, una situación límite en la que quede evidente la progresiva (que tampoco es tan progresiva) demacración del protagonista.
Además, Nicolas Cage intenta repetir sin éxito el papel que lo lanzó en Leaving las Vegas, porque allí era intenso y sufrido, pero en Teniente Corrupto simplemente es cansino. Muy cansino. Y por cierto, también sale el olvidado Val Kilmer haciendo un papel secundario que ni pincha ni corta.
En definitiva, es una película recomendable para no irla a ver (yo almenos no tuve que pagar) porque probablemente salgáis tan cabreados como el tipo del que os he hablado al principio.
PD: Por cierto, si alguien se atreve a verla y entiende qué jodido simbolismo tienen los réptiles en toda la historia, que deje un comentario y me lo cuente. Muchas gracias.