La reciente suspensión de un mes del medio independiente tunecino Nawaat por parte del gobierno ha generado una profunda preocupación entre quienes recuerdan las promesas de dignidad, democracia y libertad de prensa que surgieron durante las revueltas árabes. La decisión, comunicada de forma discreta y sin aviso formal, se justifica bajo el Decree-Law 2011-88, pero va más allá de un simple trámite burocrático, representando una advertencia a la idea misma de una vida cívica independiente.
La suspensión fue revelada a los miembros de Nawaat cuando encontraron la orden deslizada bajo la puerta de su oficina. A pesar de haber cumplido con todos los requisitos legales estipulados por el Decree 88, que en su momento simbolizaba una apertura post-revolucionaria, las autoridades están utilizando esta ley como un instrumento de control. El equipo de Nawaat ha denunciado que esta acción forma parte de una campaña más amplia de acoso que incluye auditorías fiscales e investigaciones administrativas.
Desde la consolidación del poder del presidente Kais Saied en 2021, la represión ha aumentado drásticamente para organizaciones de la sociedad civil, periodistas y voces independientes. Organizaciones como Amnesty International han documentado un número creciente de arrestos y cierres de ONGs, lo que sugiere un patrón de acoso que se escuda detrás de una fachada de legalidad.
El Decree 2011-88, concebido en el contexto esperanzador de la revolución, permitía a los ciudadanos formar organizaciones sin aprobación previa. Sin embargo, conforme el tiempo ha pasado, esas protecciones han sido minadas, y ahora se utilizan para castigar selectivamente a quienes se atreven a cuestionar al régimen.
El fenómeno que se vive en Túnez no es aislado; en la región, gobiernos han perfeccionado la técnica de silenciar la disidencia sin necesidad de represión física. Desde la Ley de ONGs en Egipto hasta la normativa sobre medios en Marruecos, la tendencia es clara: menos voces críticas y menos medios independientes.
La suspensión de Nawaat es un recordatorio inquietante de las estrategias de autoritarismo burocrático, donde las sanciones son sutiles y difíciles de desafiar. Aunque un mes puede parecer poco, para una redacción pequeña como Nawaat, esto puede significar investigaciones interrumpidas y una pérdida de confianza tanto de lectores como de fuentes.
Creado en 2004 bajo el régimen de Zine El Abidine Ben Ali, Nawaat ha sido un espacio vital para el periodismo ciudadano y la disidencia digital, jugando un papel crucial en la documentación de la revolución de 2011. A lo largo de dos décadas, ha conseguido reconocimiento internacional, lo que lo convierte en un símbolo del compromiso con la libertad de expresión.
Sin embargo, esta histórica labor lo convierte en una amenaza para el régimen actual. La suspensión busca enviar un mensaje claro: cualquier momento puede significar el silencio forzado de voces críticas.
La situación de Nawaat no solo afecta a sus miembros, sino que tiene implicaciones más amplias para el derecho del pueblo tunecino a acceder a la verdad y la rendición de cuentas. La cobertura de Nawaat sobre corrupción y violencia estatal llena los vacíos dejados por los medios alineados con el gobierno, y su silencio implica que los ciudadanos quedan despojadios de información fundamental.
A pesar de los desafíos, Nawaat ha manifestado su intención de apelar la suspensión en los tribunales y ha hecho un llamado a la solidaridad internacional. La permanencia de su labor no solo es una cuestión de independencia, sino una lucha por mantener viva la esperanza y el derecho a la información en Túnez.
Lo que sucede en Túnez hoy es un reflejo de cómo los ideales de 2011 son puestos a prueba en 2025. Nawaat, a través de su historia y su resistencia, continúa defendiendo su independencia y principios, dejando claro que no será silenciado.
Fuente: EFF.org



